Cómo la Nada nos Creó?
Publicado por primera vez en 2025.
Basado en pensamientos que cualquiera puede tener, pero que por lo general no tiene.
En uno de sus textos, Miles Mathis dice “El Big Bang puede no haber ocurrido, pero no sabemos hoy en día cómo se creó el universo”. Eso que no se puede explicar es justamente lo que te voy a contar en este artículo.
1. ¿Qué es la nada?
Las teorías que intentan explicar el origen del universo definen a la nada como un campo con propiedades: energía, fluctuaciones, partículas o leyes físicas. Esto, sin embargo, es una falacia, pues si ya hubiera algo que puede surgir de algo previo, no estaríamos hablando de la nada. Por lo tanto, cualquier teoría que recurra a la trampa de iniciar con elementos virtuales sin determinar su origen debe ser reformulada de inmediato, al menos por incompleta.
Debemos asumir entonces que la nada es, en principio, ausencia de propiedades reales (extensión, duración, diferenciación, interacción). O, dicho de otra forma, un equilibrio perfecto, una simetría absoluta donde no existen distinciones. Matemáticamente, la nada es cero.
N = 0
Pero si se me permite el juego de palabras, otro de los puntos en los que se nos suele mentir es en que no podemos saber nada sobre la nada. Se nos dice que es tan lejana, abstracta e inasible que no hay manera de estudiarla físicamente.
Esa afirmación es mentira porque hay una cosa que sí sabemos: existimos. Aún cuando fuéramos una ilusión, sueño u holograma, como se nos quiere hacer creer en la ciencia ficción, tendríamos propiedades: seríamos algo distinto a la nada. Y de la misma forma, aún cuando el universo fuera un bucle infinito o surgiera de un universo anterior o de una explosión cósmica, como proponen otros autores, tendría propiedades: también sería algo distinto a la nada.
Por consiguiente, si aceptamos que existe algo distinto, la nada sería un metaestado, un estado que permite la transición hacia el ser. Esto implica que la nada tiene potencial, entendido como la ruptura mínima del equilibrio, es decir que posee una cualidad intrínseca de la que podemos estar seguros y que nos obliga a redefinirla: la nada es la posibilidad de algo. Y ese algo primigenio es en principio un todo, ya que aún no hay otra cosa, lo que nos da la certeza también de que, en el origen, la nada es la posibilidad de un todo.
P(n) = 0
Esto permite ajustar la definición de la que partimos, pues lo que sabemos sobre la nada nos indica que ya no es total ausencia de propiedades, sino más bien presencia de una propiedad no real: la posibilidad de ser.
Sin embargo, esto no la define de manera inequívoca, pues cualquier elemento con propiedades tiene potencial de ser otra cosa. Por ejemplo, una piedra tiene el potencial de ser arena, y no por ello sería la nada.
Pero entonces, ¿qué la diferencia? Lo que hace única a la nada es la ausencia de una propiedad distinta a su potencial, o dicho al revés, la presencia de una y sólo una propiedad: la transición hacia el ser. La piedra y la arena cambian de una propiedad existente a otra, mientras que la nada tiene el potencial de crear otra propiedad desde cero. Su potencial es el de crear una propiedad real partiendo de lo inexistente.
Si lo traducimos en términos matemáticos o físicos, así como habíamos dicho que la nada es cero o equilibrio perfecto, debemos decir ahora que, dado su potencial, la nada es posibilidad de no cero o desequilibrio. Vamos a representar la potencialidad como 1 simplemente porque es el entero adyacente mínimo al 0, simbolizando la mínima ruptura de simetría. Así, la nada es posibilidad de uno.
P(n) = 1
En conclusión, la nada es la posibilidad de que exista alguna propiedad distinta a su potencial. Es el estado en el que no existe ninguna propiedad real, pero en el cual hay posibilidad de que exista. O de manera más sencilla, siendo que la nada sólo es potencial, es la posibilidad de ser algo distinto a sí misma.
2. ¿Cómo emerge algo de la nada?
Hasta aquí definimos a la nada como potencialidad pura, sin algo físico en ella. Pero entonces, ¿el algo de dónde sale? ¿cómo se puede crear algo si no hay nada?
Recordemos que la nada es la posibilidad de algo, pero que ese algo no puede ser idéntico a la nada, ya que de serlo se mantendría el estado de simetría absoluta o equilibrio perfecto (cero) que no permitiría la existencia de otra cosa.
P(n) = 0 = N
Por lo tanto, para que algo distinto exista es necesario un desfase mínimo, que en nuestro modelo toma el valor de 1 (uno) y que implica el surgimiento de al menos una propiedad real, de cualidad distinta al potencial de la nada.
P(n) = 1 = A
Ahora bien, ¿por qué no quedarse en el estado inicial de equilibrio? ¿por qué la nada tendría la necesidad de desequilibrarse, de crear algo distinto a ella? Y la respuesta está en su misma definición: porque es una posibilidad de ser algo, y para que esa posibilidad exista, su estado no puede ser eternamente estable, debe permitir una ruptura para que deje de ser nada.
Pero esa ruptura no puede venir de un elemento externo ni del algo, que aún no existen. Tampoco de un acto voluntario de la nada ni de un requisito o exigencia lógica por el que todo lo posible se vuelva real. Es una ruptura derivada de su propia naturaleza, de la no contradicción de su esencia, de lo que la nada es. Dada la definición de la nada como potencialidad pura y no como un no-ser absoluto, el estado 0 es ontológicamente inestable, y por eso rompe en 1.
Esto significa que el desfase mínimo, como condición necesaria para la existencia, es además inevitable. Un estado con solo propiedades no reales no puede permanecer indefinidamente sin realizar al menos una propiedad real, porque la realización es parte esencial del concepto de potencialidad.
La transición del cero al uno, de la nada al algo, del no ser al ser, es lo que hace que la nada sea potencialidad en vez de sólo ausencia de propiedades reales. La nada es posibilidad porque se puede romper hacia el algo, condición sin la cual no habría alternativa posible y simplemente se mantendría como un equilibrio estable. La creación es, por consiguiente, una consecuencia inevitable de la inestabilidad ontológica de la nada: el desfase mínimo que la nada necesita para ser posibilidad de un algo.
3. ¿Qué es el primer algo?
Dado que el algo primigenio surge inevitablemente por la transición hacia el ser de la potencialidad de la nada, podemos decir que:
P(n) = A
El primer acto de existencia es inherentemente cambio. Sin embargo, ese primer algo no puede ser cualquier cosa. Debe ser algo que cumpla con una mínima propiedad real, la más sencilla que pueda existir. Una propiedad tan fundamental que permita la existencia de cualquier otra (masa, energía, carga, etc.), un marco que de lugar a la construcción de toda la estructura del universo.
Pero si la posibilidad pura es no real y la propiedad del algo es real, en tanto el algo debe distinguirse necesariamente de la nada, ¿cómo se produce ese cambio de cualidad? La respuesta está en el mecanismo mismo de la creación.
El algo es el resultado del desfase mínimo, es la propiedad real mínima posible, que se genera en la transición de la nada al algo. El tiempo es la primera propiedad real necesaria para que cualquier transición sea posible, como lo es también el espacio para que esa transición se localice. Son ellos la estructura mínima de ocurrencia del cambio.
Es decir que en la creación del primer algo hay emergencia simultánea del tiempo (duración) y del espacio (extensión), y entonces, así como habíamos establecido que la nada era la posibilidad de algo, concluimos que el algo primigenio es una propiedad de realidad que constituye un todo sin diferenciación interna: una simetría primaria distinta a la de la nada y que ya implica lo real. Es la realidad del espacio-tiempo.
P(n) = R(a) = r(e) * 1/r(t)
La realidad del espacio y la realidad del tiempo no emergen de manera independiente, sino como una unidad indivisible, un campo único expresado como una relación de simetría rota. Esta realidad conjunta primigenia es una razón de espacio sobre tiempo, dos realidades inversas que mantienen el potencial de cambio tal como lo habíamos definido inicialmente. Es una relación dinámica, una propiedad fundamental que da lugar a todas las demás propiedades del universo.
P(n) = R(a) = r(e) * 1/r(t) = 1
4. ¿Por qué el primer algo no vuelve a ser nada y crea otro algo?
Ahora que vimos cómo el potencial de la nada hace real el espacio-tiempo, cabría preguntarse por qué ese algo primigenio no vuelve al estado de equilibrio perfecto previo a la ruptura, estableciendo un bucle infinito entre 0 y 1 que impida la existencia del universo.
La razón es que el desfase mínimo inicial no sólo es inevitable, sino también irreversible: una vez que la potencialidad de la nada crea un algo con propiedad real, deja de ser posible el estado de ausencia total de propiedades reales. La nada, al realizar su potencial, se consume como posibilidad pura: ya no puede existir de nuevo ni crear otro algo primigenio.
En otras palabras, la nada puede crear el algo, pero el algo no puede recrear la nada. Por eso no puede haber un regreso a cero. La simetría absoluta de la nada sólo puede romperse; no puede restablecerse mientras haya al menos una propiedad real.
Esto implica que el nuevo algo, al que llamaremos Algo2, tiene que surgir necesariamente de lo único que queda, que es el algo primigenio o Algo1. Pero si el Algo1 ya es realidad estable, ¿por qué el espacio-tiempo tendría la necesidad de crear otra cosa?
Porque al volverse imposible, la nada transfiere su potencial al Algo1, que ahora es realidad y posibilidad a la vez. Contiene en sí el mismo impulso ontológico que antes residía en la nada: la capacidad de dar lugar a algo distinto de sí.
P(n) = PR(a) = 1
La potencialidad que antes era pura posibilidad, ahora es posibilidad real: el Algo1 es el soporte de una nueva ruptura de simetría o desfase mínimo que también es inevitable, ya que si su estado fuera eternamente estable no habría posibilidad. Así la existencia avanza en una cadena continua de inestabilidad inherente. Del Algo1, que es indivisible, homogéneo e indiferenciado pero en el plano de lo real, surgirá el Algo2 como primera propiedad diferenciada, lo que sentará las bases para la creación de entidades físicas concretas como la energía, masa o carga.
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