por Lector de Miles Mathis
Publicado por primera vez en 2025. Esta es sólo mi opinión, basada en búsquedas que cualquiera puede hacer en Internet, pero que casi nadie hace.
Ha llegado el momento de descubrir quién era Jack el Destripador, el famoso asesino en serie que aterrorizó las calles de Whitechapel entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888, período en el que transcurrieron sus cinco asesinatos canónicos. Algunos se preguntarán cómo podríamos lograrlo después de tantos años y en unas pocas líneas si los investigadores que tuvieron acceso a todas las pruebas no lo han podido identificar hasta ahora. Y la respuesta es simple: poniendo el foco sobre esas mismas investigaciones, especialmente las más raras, que señalan a los sospechosos menos probables.
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Víctimas de Jack el Destripador |
Recopilemos primero algunos datos sobre las víctimas, supuestamente mujeres de bajos recursos: Mary Ann Nichols era hija de Edward Walker y Caroline Webb; Annie Eliza Chapman, hija de George Smith y Ruth Chapman; Elizabeth Gustafsdotter Stride, de Gustaf Eriksson y Beata Larsson; Catherine Eddowes, de George Eddowes Banks y Catherine Evans; y Mary Jane Kelly, de John Kelly y Eliza Davies. Esto implica que los apellidos de todas las víctimas, incluso el menos común, Eddowes, formaban parte de la nobleza, y que a juzgar por las imágenes, no habrían sido tan pobres como se nos quiere hacer creer.
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Sospechosos |
Veamos ahora de dónde surge la historia del destripador. Sin contar los periódicos de la época, en los que se destacan los inventos de Thomas Bulling para la Agencia Central de Noticias, el primero en escribir un libro sobre Jack fue Leonard Warburton Matters, periodista australiano que era hijo de un corredor de bolsa y que había trabajado como editor del Buenos Aires Herald en Argentina. Sin embargo, aunque su teoría de 1929 sobre el doctor Stanley coincide con una nota del Salt Lake Herald del 25 de agosto de 1901, con la declaración del sacerdote pasionista Alfred Mac Conastair y con la procedencia argentina de otros sospechosos como el empresario Alonzo Maduro y el inmigrante húngaro Alois Szemeredy, todo indica que no es cierta.
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Teorías |
Por último, repasemos las teorías más extrañas, enumerando a los escritores y artistas del período que han sido investigados o vinculados con los sospechosos:
Hay quienes dicen que Jack el Destripador actuaba como el personaje de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, novela escrita en 1886 por Robert Louis Stevenson que el mismo año de los crímenes estaba siendo representada por el actor Richard Mansfield en el teatro Lyceum de Londres y que se basa en la doble vida del ladrón y ebanista masón William “Deacon” Brodie.
Dale Larner postula que el verdadero Jack era Vincent Van Gogh, pintor neerlandés que en ese momento estaba viviendo al sur de Francia, tenía la misma letra que el asesino y parece haber escondido el rostro y cuerpo destripados de Mary Jane Kelly en su cuadro Jarrón con Lirios de 1889. Nótese que la variedad de lirio más utilizada es de color violeta, como el tinte púrpura de los fenicios, y que en ella se basa el símbolo de la flor de lis originado en el templo de Salomón.
Colin Wilson y Robin Odell sostienen que uno de los posibles atacantes era el pintor homosexual Frank Miles, íntimo amigo del escritor Oscar Wilde, quien en 1890 habría dejado pistas en su libro El Retrato de Dorian Grey y era miembro de la sociedad secreta Golden Down.
Andy Struthers cree que otro personaje inspirado en Jack el destripador fue Drácula, creado en 1897 por el escritor masón Bram Stoker, cuyo verdadero nombre era Abraham, asistió al Trinity College, pertenecía a la logia Buckingham y Chandos N° 1150, gestionaba el teatro Lyceum, conocía a uno de los principales sospechosos, Francis Tumblety, y estaba casado con Florence Balcombe, ex pareja de Oscar Wilde e hija de un teniente coronel.
Todo esto nos permite concluir que Jack el destripador fue… NADIE. Se trató de otra estafa de la masonería para infundir el miedo en la población, controlar y manipular a las masas, desviar fondos, justificar el gasto desmedido en seguridad y, sobre todo, llenarse de dinero con publicaciones y representaciones de todo tipo que continúan hoy en día.
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